Existe una razón irracional e inconsciente a porqué la gente ‘demasiado amable’ genera enojo, resentimiento y molestia a otras personas.
Alguna vez te has encontrado con alguien increíblemente amable y moralmente recto y, sin embargo, profundamente insufrible? Es posible que intenten hacer todo lo posible para ayudarlo o participar en una serie de actividades importantes y útiles que beneficien a sus amigos y a la comunidad en general. Sin embargo, parecen demasiado complacidos con sus buenas acciones y, sin ninguna buena razón para pensarlo, sospechas que hay algo calculado sobre su altruismo.
Este fenómeno no es nuevo. Por el contrario, cuando la gente se ve ‘demasiado amable’, moralmente correcta y quizás muy caritativa, tiende a irritar a los otros. David Robson, corresponsal de salud mental para la BBC, investigó esta problemática social desde el punto de vista clínico. Esto fue lo que encontró.
“Obtener una buena reputación puede generar beneficios como ocupar una posición más central en la red social”, dice Nichola Raihani, profesora de evolución y comportamiento en el University College London y autora de The Social Instinct.
Sin embargo, es importante destacar que la reputación es “posicional”: si una persona se eleva, las demás caen. Esto puede crear un fuerte sentido de competencia, lo que significa que siempre estamos alertas a la posibilidad de que otras personas se nos adelanten, incluso si están logrando su estatus a través del altruismo. Estaremos especialmente resentidos si pensamos que la otra persona solo buscaba esos beneficios de reputación, en lugar de actuar por un interés genuino en los demás, ya que puede sugerir una personalidad astuta y manipuladora en general.
Con todo esto, escribe Robson, cuando la gente es demasiado amable con nosotros, una señal de alarma inconsciente se enciende. Esto es así porque, sin saberlo, estas dinámicas pueden generar un sentido de competencia, o de que la otra persona está intentando manipularnos:
Estamos constantemente tratando de adivinar las razones de las acciones de los demás, y castigamos a las personas con dureza cuando sospechamos que sus motivos son impuros.
Por esta razón, dice el experto, la generosidad y amabilidad deben de balancearse con cuidado. Aunque la intención sea originalmente buena, ir un poco más allá puede mandar mensajes equivocados a los demás. Lo que es más: puede estar generando resentimiento en personas cercanas, y alejar a los desconocidos con los que se está intentando tener una atención.
De cualquier manera, Robson insta a sus lectores a cuestionarse cuáles son las motivaciones que les llevan a ser ‘demasiado amables’. Aunque no exista evidencia que sugiera contundentemente que sus actos de generosidad son ‘egoístas’, vale la pena reconocer “que nuestras intuiciones poco caritativas pueden ser alimentadas por nuestros propios temores de perder el estatus“, concluye.
Por eso, también, la gente amable es tan molesta.