
El concepto de Frankenstein se refiere a un infame doctor que resucita a un ser construido a partir de partes diseccionadas de cadáveres. ¿Te sorprendería saber que un biólogo realmente intentó revivir cadáveres y lo logró? Esta es la historia de Robert E. Cornish.
Robert Cornish, el científico «loco»

Cornish nació en 1894 y destacó como un prodigio desde su infancia, siendo notable por su inteligencia. Obtuvo su licenciatura en la Universidad de California a los escasos 18 años y su doctorado en Biología a los 22.
Poco a poco, se ganó una respetable reputación entre la comunidad científica. Colaboraba con otros científicos de la época en diversos proyectos, demostrando ser eficiente, inteligente y trabajador. Era un verdadero científico.
Sin embargo, en 1931, Cornish se interesó profundamente en un tema en particular. Aunque ese interés rápidamente derivó en una obsesión con la muerte, específicamente con devolver la vida a los difuntos.
Sus métodos podrían parecer una broma, ya que implicaban atar al fallecido a un tipo de balancín para que su sangre recorriera su sistema circulatorio y obligar al corazón a bombear nuevamente. Antes de esto, les administraba adrenalina, anticoagulantes, suero salino, sangre y oxígeno a través de un tubo de goma insertado en la tráquea hasta los pulmones, para mantener el flujo constante.
No cualquier cadáver servía; debía ser fresco y no presentar traumas o muerte violenta. Los cuerpos de personas ahogadas, víctimas de ataques cardíacos o electrocución eran los más adecuados para este experimento.
Aunque no obtuvo resultados con cadáveres humanos, decidió dar un paso atrás y probar con perros medianos y grandes. En 1934, realizó una demostración pública con cinco perros: Lázaro I, II, III, IV y V.
Volviendo a la vida

Durante esa demostración, que contó con la presencia de destacados científicos de la época y representantes de la Universidad de California, Cornish asfixió a cinco perros y fracasó en la reanimación de los tres primeros. Sin embargo, Lázaro IV y V volvieron a la vida. Aunque con graves daños cerebrales debido a la falta de oxígeno en el cerebro tras estar muertos durante 10 minutos. Además, quedaron ciegos y con severas alteraciones nerviosas, así como graves problemas de motricidad. A pesar de todo, estaban vivos.
Ambos perros lograron sobrevivir durante 8 meses. Después de la demostración, la Universidad de California consideró el experimento inmoral y canceló el proyecto.
Los medios del país criticaron a Cornish y sus métodos, catalogándolo como un sádico por matar perros y utilizarlos en sus macabros experimentos. Por esa razón, el doctor se retiró de la atención mediática.
En un intento por mejorar su imagen, financió una película llamada Life Returns, en la que un científico resucitaba al perro de un niño que había sido sacrificado en una perrera. Esta película le valió cierta notoriedad al resucitar mascotas y ganarse el cariño de los niños del barrio.
Quedando en el olvido

A pesar de ello, Cornish continuó su búsqueda por revivir cadáveres humanos. En su hogar, practicaba con cerdos adultos, dada la similitud de sus órganos con los humanos. En su jardín, perfeccionó su balancín y creó una versión rudimentaria de un aparato cardio-pulmonar, utilizando un aspirador, tubos de radiador, 60,000 ojales metálicos, una rueda metálica y sangre filtrada oxigenada.
Finalmente, Cornish necesitó cadáveres humanos tras su éxito con animales. Envió cartas a todas las cárceles del país solicitando permiso para acceder a los cuerpos de reclusos ejecutados recientemente. Todas las solicitudes fueron rechazadas, hasta que conoció a Thomas McMonigle, un condenado a muerte en California por violación y asesinato.
McMonigle se ofreció como voluntario para los experimentos de Cornish, pero el estado rechazó la petición, temiendo que, si el experimento funcionaba, el recluso sería liberado debido a la “doble condena”, al haber cumplido técnicamente con su pena de muerte.
Finalmente, Cornish abandonó su búsqueda de cadáveres, y su nombre poco a poco cayó en el olvido. Sin embargo, sus experimentos tuvieron un impacto significativo. Gracias a su trabajo, existen hoy técnicas de reanimación cardio-pulmonar y métodos de reanimación asistida y suspendida. De hecho, le debemos mucho a este excéntrico científico.