
Situado en una montaña remota en el Altiplano Turco, se encuentra Nemrut Dağ, un santuario dedicado a los antiguos dioses. Las características más peculiares de este lugar son las cabezas caídas de sus grandes estatuas.
El impresionante Nemrut Dağ

En 1881, un ingeniero alemán llamado Charles Sester, quien buscaba nuevas rutas para el Imperio Otomano, descubrió Nemrut Dağ, un santuario que había sido abandonado durante muchos años. Los únicos que conservaban su recuerdo eran los habitantes locales, quienes compartieron con él la historia de las misteriosas estatuas sin cabeza en la cima de la montaña.
La presencia de estatuas colosales, de entre 3 y 5 metros de altura, sentadas en lo que el rey Antíoco I Theos de Comagene llamó “El Trono de los Dioses”, convierte a este santuario en uno de los principales atractivos turísticos de Turquía. Estas figuras, representaciones de Hércules, Antíoco I, Zeus, la diosa de la Fortuna, Apolo, Mitra, Hermes y Alejandro Magno, fueron encargadas por el rey Antíoco en el 62 a.C.
Aunque estas esculturas una vez estuvieron en pedestales imponentes en dos terrazas diferentes, una mirando al este y la otra al oeste, hoy sus cabezas yacen separadas de los cuerpos, dispersas en el suelo, como si hubieran sido víctimas de una poderosa batalla entre seres de otro mundo, o de un evento imposible para el ser humano.
Durante mucho tiempo, se especuló sobre el propósito de Nemrut Dağ hasta que se concluyó que se trataba de un templo funerario. Además de las impresionantes estatuas de los dioses, cabezas de leones y águilas rodean el complejo, sirviendo como protectores del monumento y como leales servidores de las deidades.
Un monumento lleno de misterios

Aunque la razón por la cual el rey ordenó la construcción de este templo extravagante sigue siendo debatible, se cree que su deseo de compararse con los dioses y su egocentrismo estuvieron involucrados. De hecho, se jactaba de que su sangre era casi divina, proveniente de una familia con conexiones con nombres históricos y dioses.
Antíoco estaba seguro de que, al morir, sería enterrado en Nemrut Dağ para unirse a los dioses y a las figuras más importantes del mundo, sobre la cima de su propio reino. Esperaba que, con su partida, naciera una religión en su nombre, razón por la cual dejó una inscripción en el monumento que decía:
“Yo, Antíoco, he mandado a erigir este mausoleo para mi mayor gloria y para gloria de los dioses”.
El enigma sobre las cabezas separadas de las estatuas es uno de los mayores misterios sobre esta construcción. Mientras las explicaciones lógicas sugieren que el deterioro fue causado por el tiempo, la naturaleza, el vandalismo y los terremotos han llevado a esta desfiguración, la exactitud con la que las cabezas fueron separadas lleva a especulaciones sobre algún suceso sobrenatural. ¿Por qué solo las cabezas y no otras partes del cuerpo? ¿Podría haber sido un castigo divino hacia Antíoco I por su intento de igualarse a los dioses?
Nemrut Dağ, conocido como el monumento de los dioses, se ha convertido en un atractivo turístico importante, atrayendo a investigadores y curiosos que buscan descifrar su misticismo y desentrañar los misterios que rodean su construcción.