Durante la Segunda Guerra Mundial, varias naciones consideraron el uso del ántrax como arma biológica debido a su alta letalidad. El ántrax es una enfermedad causada por la bacteria Bacillus anthracis, que afecta principalmente a los animales, pero que también puede transmitirse a los seres humanos.

La estrategia del gobierno británico era desarrollar una bomba que liberara esporas de ántrax en las ciudades alemanas, lo que causaría una gran cantidad de muertes, ya que el ántrax se propaga rápidamente, infectando a las personas y animales que entran en contacto con las esporas, provocando la muerte en unos pocos días.
Sin embargo, el uso del ántrax como arma biológica es altamente peligroso debido a que las esporas pueden persistir en el medio ambiente durante décadas, lo que significa que cualquier persona que entre en contacto con un área contaminada podría correr el riesgo de contraer la enfermedad. Esto es exactamente lo que sucedió en la isla escocesa de Gruinard en 1942, cuando el gobierno británico roció la isla con esporas de ántrax contenidas en tortas de linaza. Las esporas contaminaron rápidamente la isla y la volvieron inhabitable.

La operación fue llamada “Operación Vegetarian“.
Después de la guerra, intentaron descontaminarla sin éxito. No fue hasta los años 80 que finalmente se declaró segura después de un prolongado esfuerzo para erradicar las esporas. El proceso de descontaminación implicó matar a todos los animales en la isla, excavar y quemar el suelo contaminado, y lavar todos los edificios y estructuras en la isla.

El legado de las pruebas de ántrax en la isla de Gruinard es una advertencia sobre los peligros de la guerra biológica y la importancia de desechar correctamente los materiales peligrosos. La isla fue inhabitable durante casi 50 años, y las pruebas causaron daños irreparables al ecosistema. Después de la descontaminación de la isla, no hay habitantes permanentes, aunque ocasionalmente se permiten visitas controladas.
