
El 24 de octubre de 1975, un impresionante número de mujeres en Islandia lograron detener el país como protesta contra las desigualdades laborales. Su objetivo principal era demostrar que si ellas dejaban de trabajar, el mundo se vería afectado.
Islandia y la huelga de mujeres

Es ampliamente conocido que el 8 de marzo fue oficialmente designado como el Día Internacional de la Mujer por la ONU en 1975. Desde entonces, cada 8 de marzo, miles de mujeres de todo el mundo salen a las calles para manifestarse en favor de la igualdad, celebrando los logros obtenidos y señalando los desafíos que aún persisten.
En las últimas décadas del siglo XX, con el auge del feminismo, surgió una nueva forma de protesta que se ha extendido por todo el mundo y ha resaltado aún más el papel fundamental de las mujeres en la sociedad, así como la subvaloración que a menudo enfrentan. Se trata de las huelgas masivas y selectivas, en las cuales solo las mujeres participan, y estas se han convertido en un elemento central de las jornadas del 8 de marzo en numerosos países.
La génesis de esta forma de protesta también tiene su origen en 1975, un año emblemático. Además de ser el año en que la ONU oficializó el Día Internacional de la Mujer, tres años antes, en 1972, se declaró que 1975 sería el Año Internacional de la Mujer en reconocimiento a la Segunda Ola del feminismo, que ganaba fuerza en Europa y Estados Unidos.
Fue en este contexto excepcional que las mujeres islandesas tomaron una acción sin precedentes para poner fin a la desigualdad. A lo largo de ese año, se llevaron a cabo diversas acciones, pero una de las más impactantes fue una huelga como nunca antes vista.
Las organizaciones feministas, lideradas por Redstockings, instaron a las mujeres islandesas a hacer una huelga laboral selectiva. Su objetivo era visibilizar la contribución de las mujeres en diversos sectores y demostrar su papel esencial en la sociedad y la economía, al tiempo que denunciaban la brecha salarial de género.
Una protesta nunca antes vista

Una de las claves del éxito de esta histórica jornada fue la estrategia de no etiquetarla como una huelga, sino como un “día libre”. Esto permitía a las mujeres ausentarse de sus trabajos sin poner en peligro sus empleos ni sus salarios.
La huelga iba más allá: las mujeres no realizaron actividades laborales, de consumo, de cuidado ni académicas, tanto en las áreas urbanas como rurales. El 24 de octubre de 1975, esta llamada resultó en un éxito rotundo.
Las escuelas, guarderías, fábricas de procesamiento de pescado (donde la mayoría del personal era femenino) y muchas tiendas cerraron. Los periódicos no pudieron imprimir debido a que las tipógrafas y secretarias eran mayoritariamente mujeres. Negocios, oficinas gubernamentales, bancos y hasta el aeropuerto se vieron afectados, ya que sin azafatas no podía operar.
Los hombres tuvieron que asumir la responsabilidad de cuidar a los niños y realizar las tareas domésticas, lo que llevó a que las oficinas se llenaran de niños. Incluso los supermercados se quedaron sin salchichas, una comida popular en Islandia, especialmente entre los niños. La jornada fue apodada como “El largo viernes“.
Los actos de protesta tuvieron un impacto internacional y solidificaron la reputación de Islandia como un país profundamente comprometido con la igualdad de género. Además, esta huelga tuvo consecuencias concretas, ya que en 1976 se aprobó una ley que prohibía la discriminación salarial por género. Cuatro años después, Islandia eligió por primera vez a una mujer como presidenta del país.
Más importante aún, en la conciencia de las mujeres islandesas se produjo un cambio fundamental. Se dieron cuenta de que las desigualdades eran reales y que tenían la capacidad de combatirlas. Desde entonces, han continuado luchando por la igualdad, sirviendo de inspiración para movimientos feministas en todo el mundo.