
En diciembre de 1963, Rodney Fox participaba en una competición de pesca submarina cuando un gran tiburón blanco se abalanzó sobre él. En un par de segundos, el agua se tiñó roja por su sangre, según sus propias palabras: «Estoy observando a través del agua de color rosa, a través de mi propia sangre, y tomo grandes bocanadas de aire y a través de ella, veo la cabeza. Cada vez más grande».
Rodney Fox y el ataque

Su vida cambió para siempre ese día. Rodney Fox quedó con más de 360 puntos y un fragmento de diente que, medio siglo después, todavía permanece incrustado en su muñeca derecha.
Podría razonablemente suponerse que, después de sobrevivir a tal experiencia aterradora, cualquiera pasaría el resto de su vida alejado del agua y advirtiendo a otros que no se aventuren. Pero no es así en el caso de Fox.
En la actualidad, es uno de los principales defensores de los tiburones y viaja por todo el mundo como parte de la exhibición “Planet Shark: Predator of Prey“.
Considerado un «sobreviviente milagroso» en todo el mundo, el ataque que sufrió Fox fue uno de los ataques de tiburones no mortales más graves jamás registrados. Cada una de sus costillas del lado izquierdo quedó aplastada, su bazo quedó expuesto y necesitó 90 puntos de sutura solo en su mano. Y aunque “milagro” puede sonar como una expresión trillada en relaciones públicas, para Fox no hay otra palabra que lo describa mejor.
En su opinión, fue pura suerte inexplicable lo que lo mantuvo con vida. Ahora, su propósito es ayudar a los tiburones; esa es la razón por la que todavía está aquí. Rodney Fox fue arrastrado casi 10 metros bajo el agua, herido. Luchó contra la bestia y consiguió sacarle los ojos, provocando que lo soltara y, para evitar otro ataque, se abrazó a él. Sin embargo, pronto necesitó aire y tuvo que soltarlo.
Nadó hacia la superficie, jadeante, y el tiburón lo siguió. La imagen de la cabeza del tiburón emergiendo del agua es el recuerdo más vívido que conserva de ese día. Lo ha acompañado todos los días desde entonces.
Volvió a pelear, pateándolo y, por coincidencia o destino, en vez de atraparlo a él, el tiburón mordió el flotador que tenía atado. Aunque volvió a ser arrastrado bajo el agua, las ataduras del flotador se rompieron ya que los dientes habían mordido cerca de su pecho.
El rescate y actualidad

«No había muchos barcos en esa área, pero apareció uno. Habían visto el color rosa en el agua. Me subieron a bordo y me llevaron al hospital en tiempo récord. Fue otro milagro».
En un instante, soportó un diafragma perforado, un pulmón desgarrado, una escápula perforada y un abdomen, caja torácica, bazo y parte superior del estómago expuesto. Cuando los rescatistas finalmente lo sacaron del agua, tuvieron que dejar su traje de neopreno intacto para evitar que sus órganos se derramaran.
Cuando Fox se recuperó, se dio cuenta de que, aunque se había ganado la vida como buceador, tenía miedo de regresar al agua. Para superar ese miedo, dedicó su vida a la investigación, la conservación y la ciencia. Comenzó a trabajar en el diseño y la creación de jaulas para tiburones que ahora son ampliamente conocidas y utilizadas. También emprendió una extensa carrera como realizador de documentales, participando en más de 100 documentales que, según él, abarcan alrededor del 90% de nuestro conocimiento sobre los tiburones.
Actualmente, su hijo Andrew es científico y forma parte de su equipo. Fox afirma que el próximo paso es desarrollar un repelente de tiburones efectivo y seguro. Gracias a la conectividad global actual, dice que científicos de todo el mundo están colaborando en la creación de dicho repelente.
Fox incluso participó en el rodaje de la película Tiburón, aunque recuerda esa experiencia con cierta vergüenza:
«Asustamos a la gente, y eso no es lo que quiero hacer. Estoy aquí porque los tiburones necesitan nuestra comprensión y respeto»
Parte de su trabajo con Planet Shark implica educar y entretener, nunca asustar. Una historia que nos demuestra lo implacable que puede ser la naturaleza, y porque siempre debemos tenerle el respeto que se merece.