
Las gafas de nieve son necesarias para evitar la llamada “ceguera de la nieve”. Muchos pensarían que es una invención moderna, pero nada más alejado de la realidad; las primeras fueron inventadas por los pueblos indígenas esquimales hace cientos de años.
Gafas de nieves antiguas

La fotoqueratitis o ceguera de la nieve es una afección que resulta de una exposición prolongada a la radiación ultravioleta presente en la luz solar. Esta afección es frecuente entre los deportistas que practican el esquí y otras actividades invernales, así como entre las personas que residen en regiones cercanas a los polos, donde la nieve cubre el suelo durante la mayor parte del año.
Por esta razón, ciertas comunidades que habitan en territorios dentro del Círculo Polar Ártico, como los Inuit y los Yupik, han utilizado durante siglos un tipo único de gafas o anteojos para proteger sus ojos.
Estas gafas son conocidas como “ilgaak” por los Inuit y “nigaugek” o “iyegaatek” por los Yupik. Tradicionalmente, se fabricaban con materiales como madera de abeto, hueso, marfil de morsa o cuerno de caribú. En ausencia de estos materiales, también se empleaban algas. Tienen una forma curvada y estrecha, diseñada para ajustarse al rostro y cubrir completamente ambos ojos, permitiendo que solo la luz necesaria penetre a través de las estrechas ranuras talladas en ellas.
Estas ranuras, que son apenas una fina línea horizontal en el dispositivo, son estrechas no solo para limitar la cantidad de luz que entra, sino también para mejorar la agudeza visual del usuario. El interior de las gafas se cubre con hollín para reducir el deslumbramiento.
El artefacto se sujeta al rostro mediante un cordón hecho de tendón de caribú. Además, los Yupik idearon un modelo singular con múltiples ranuras similares a las persianas venecianas, lo que proporciona un campo de visión más amplio al tiempo que protege de los vientos y la luz intensa.
Un invento adelantado a su época

Durante siglos, los Inuit fabricaron estas gafas exclusivamente con hueso, ya que la madera era escasa en el Ártico y no tenían acceso a ella desde otras regiones. Solo a principios del siglo XX comenzaron a aparecer ejemplares hechos de madera.
Según las investigaciones realizadas por el oftalmólogo danés Mogens Norn en la década de 1990, en colaboración con ejemplares de museos de Dinamarca y Groenlandia, se determinó que las “ilgaak” reducen la exposición a la radiación ultravioleta en un rango que varía entre el 2% y el 8%.
También se observó que las gafas groenlandesas eran ligeramente más grandes que las procedentes de Canadá, y todas ellas limitaban el campo visual del usuario, lo que podía representar un cierto peligro al no permitir ver las depresiones en el terreno.
Entonces, ¿cuáles son las ventajas de estas creaciones tradicionales sobre unas convencionales? Principalmente, que no se empañan ni se cubren de hielo en el frío clima polar. Según el Museo Marítimo de Vancouver, que alberga un ejemplar magnífico en su colección, este invento simple pero ingenioso supera a las modernas gafas de sol de alta tecnología.
A pesar de esto, en la actualidad, la mayoría de los habitantes del Ártico en América, Asia y Europa optan por utilizar gafas de sol modernas. Una costumbre algo extraña viendo todas las ventajas que ofrecían las tradicionales.