
La Biblioteca Nacional de Francia resguarda en sus sótanos, dentro de cajas de plomo, los cuadernos de Marie Curie. Para acceder a ellos, los investigadores deben colocarse trajes de protección tan complejos como el de los astronautas y firmar un documento que exime a la institución de cualquier responsabilidad.
Estos documentos son unos de los más raros y más custodiados de todo el mundo, pero su cuidado no radica solo en la información que se encuentra en ellos. La verdad de todo, es que son altamente radioactivos.
Los cuadernos de Marie Curie

Los cuadernos de notas de Marie Curie, la única mujer que ha ganado dos veces el Premio Nobel y quien, junto a su esposo Pierre, no solo descubrió nuevos elementos químicos, sino que también estableció los fundamentos de la física atómica y la radioactividad.
Como todo lo que estuvo en contacto con la pareja Curie, estos cuadernos pueden resultar extremadamente peligrosos para los seres humanos.
De hecho, Marie Curie falleció en 1934 debido a una anemia aplásica, una condición posiblemente causada por su constante exposición al radio y al polonio, sustancias que a menudo llevaba en el bolsillo.
Por lo tanto, cualquier objeto relacionado con ella que aún se conserve debe ser manejado con precaución adicional y almacenado en cajas de plomo, incluyendo el propio cadáver de la científica. Este último, fue el primer cuerpo de una mujer en ser sepultado en el Panteón de París, el famoso mausoleo de las glorias de Francia, debido a sus propios méritos.
Para su traslado, fue necesario construir un sarcófago de plomo con casi una pulgada de grosor para evitar que los átomos radioactivos que aún emanan del cadáver de la “madre de la física moderna” se liberaran en el entorno.
Los científicos estiman que permanecerán así, al igual que los cuadernos, durante al menos 1500 años, el tiempo promedio que se tarda en la desintegración de los átomos de radio, el nuevo elemento por el que Marie Curie sacrificó su vida y que cambió la historia de la física y la química.
Una casa radiactiva

En el sur de París, en la comuna de Arcueil, se erige un edificio de tres pisos al que se le prohíbe la entrada.
Un alto muro, lleno de grafitis y coronado con alambre de púas, resguarda la entrada. Las cámaras de vigilancia están atentas ante cualquier intruso, mientras que el gobierno verifica periódicamente la radiación en sus alrededores mediante dispositivos especiales.
Esta casa en la Rue de la Convention, no obstante, se encuentra abandonada. Es el último laboratorio en el que trabajó Marie Curie hasta 1934 y otro de los lugares donde la contaminación por los experimentos de la científica dejó niveles significativos de radiación para las generaciones venideras.
Ha sido apodada el “Chernóbil del Sena” debido a los niveles de radiación que se descubrieron allí muchos años después de la muerte de Curie.
El laboratorio se siguió utilizando en honor a la científica como sede del Instituto de Física Nuclear de la Facultad de Ciencias de París durante décadas, sin conocer los altos niveles de radiación que quedaron impregnados en sus paredes, alfombras, suelos, techos y empapelados.
Marie Curie trabajó en este lugar sin protección en la etapa final de su vida, manipulando algunos de los metales radioactivos más peligrosos, como el torio, el uranio y el polonio.
En su autobiografía, describió cómo disfrutaba viendo los destellos azul verdosos que emanaban de estos metales, como delicadas luces de hadas, durante la noche.
Mientras trabajaba con estos metales radioactivos, anotaba sus observaciones y dibujaba en sus cuadernos, que se impregnaban con átomos de todo lo que tocaba. Sin embargo, pasaron varios años después de su muerte antes de que la mayoría de las naciones, comenzando por Estados Unidos en 1938, prohibieran el uso comercial de estos materiales radioactivos.
El largo proceso

Esta prohibición afectó a diversas industrias, ya que, gracias a los descubrimientos de Curie y sus premios Nobel, los materiales radioactivos se habían vuelto muy populares y se utilizaban en la fabricación de una amplia gama de productos, desde cremas faciales hasta maquinillas de afeitar y ropa interior, con diversos propósitos, desde el tratamiento de la caída del cabello hasta la impotencia masculina.
Sin embargo, no fue hasta la década de 1980 que el laboratorio finalmente fue desalojado, después de que los residentes locales, según informes de la época, denunciaran un aumento en los casos de cáncer en la comunidad.
En una de las inspecciones, se encontraron rastros no solo de radio, sino también de un isótopo de uranio con una vida media de 4500 millones de años.
Fue entonces cuando se decidió trasladar las pertenencias de Marie Curie, incluyendo sus cuadernos, considerados Patrimonio Nacional de Francia, a un lugar seguro en la Biblioteca Nacional.
En la década de 1990, el laboratorio recibió una limpieza profunda, pero aún hoy las autoridades francesas prohíben el acceso a él y continúan monitoreando periódicamente los niveles de radiación en sus alrededores, incluido el río cercano.
Se estima que Francia ha gastado más de US$10 millones en la limpieza del sitio, y se espera que esta cifra aumente en los próximos años cuando la casa-laboratorio finalmente sea desmantelada.
Mientras tanto, los cuadernos de Marie Curie seguirán resguardados bajo urnas de plomo durante más de mil quinientos años, esperando el día en que los seres humanos del futuro puedan tocarlos sin necesidad de trajes especiales, acercándose al testimonio escrito de una de las mujeres más brillantes de la historia.