
Desde el siglo XIV, en Japón se ha practicado una técnica conocida como Daisugi, un antiguo sistema de poda que permite la producción sostenible de madera sin necesidad de talar árboles. Esta tradición, que guarda similitudes con el arte del bonsái, ha demostrado ser una excelente manera de prevenir la deforestación y obtener material de alta calidad.
Madera sin talar árboles

Japón, un país arraigado en tradiciones ancestrales, continúa asombrando e inspirando en su búsqueda constante de la perfección. Una de estas tradiciones es el Daisugi, una práctica de silvicultura que posibilita la obtención de madera sin la tala completa de los árboles. Esta técnica se emplea principalmente en cedros especialmente cultivados con este propósito. A simple vista, el Daisugi da la impresión de cultivar árboles sobre otros, ya que se enfoca en la poda de cedros de gran tamaño.
La poda de los cedros se realiza meticulosamente a mano cada dos años, conservando únicamente las ramas superiores de las cuales brotarán nuevas ramas que crecen hacia arriba de manera recta. Esto da lugar a madera perfectamente uniforme, recta y completamente libre de nudos, lo que la convierte en un material ideal.
Un solo árbol puede producir hasta cien brotes al mismo tiempo y continuar generando madera durante 200 a 300 años antes de agotarse. Esta técnica fue originalmente concebida en la región de Kitayama alrededor del año 1300 como respuesta a la escasez de materia prima.
En ese momento, la arquitectura sukiya-zukuri estaba en auge, demandando madera recta y estilizada, pero había una insuficiencia de suministro para construir estas casas de manera generalizada. Además, en esa región, la tierra plana escaseaba, lo que hacía que plantar y cultivar árboles en laderas empinadas fuese extremadamente complicado. La técnica del Daisugi propuso reducir la cantidad de plantaciones, acelerar el ciclo de cosecha y obtener madera más densa.
Otros usos del Daisugi

Con el paso del tiempo, la demanda de madera producida mediante esta técnica disminuyó considerablemente, como suele ocurrir con las modas. Sin embargo, nunca desapareció por completo, ya que se encontraron otros usos para ella.
La madera obtenida a través de esta técnica es un 40% más flexible y el doble de resistente que la madera de cedro normal. Su forma recta la convierte en un material ideal para la construcción de vigas y techos que deben ser tanto estéticos como resistentes, y su consumo se incrementó en regiones propensas a los tifones.
La parte estética también desempeñó un papel fundamental en la supervivencia del Daisugi. Los árboles podados con esta técnica adquieren una forma peculiar y atractiva, lo que los convierte en elementos ideales para la decoración en hogares y jardines ornamentales, lo que aumentó la demanda de estos árboles.
Esta técnica también se utilizó en Europa y se aplicó a otros tipos de árboles, como hayas y robles, para la fabricación de muebles o para obtener madera de calidad superior en la fabricación de herramientas. También se aplicó en plantas menos llamativas con el objetivo de incrementar la producción de carbón y forraje.
Sin duda, Japón es un país que, con muy poco, ha conseguido cosas muy grandes, con ingenuo y tecnología propia. El Daisugi es una prueba de la capacidad de los japoneses para sobreponerse a cualquier situación.