La medianoche del 30 de junio de 1944, el USS Indianápolis de la Armada Norteamericana, fue atacado por un submarino de la Armada Imperial Japonesa, provocando su hundimiento en tan solo doce minutos en el Mar de Filipinas. De las 1196 personas a bordo, unas 300 no lograron salir del barcoy las 900 restantes cayeron al mar de sin botes o chalecos salvavidas, comida o agua potable. Este suceso finalizó con el peor ataque de tiburón de la historia de la humanidad.
El ataque al USS Indianápolis
Al ataque nunca fue notificado al Comando en Jefe del Pacífico, ni se le notificaría debido a la misión que acababa de cumplir el USS Indianápolis.
El barco acababa de llevar a Guam una carga clave que cambiaría el curso de la guerra: uranio enriquecido. Este era el componente necesario para crear las bombas atómicas que, a priori, caerían en Hiroshima y Nagasaki.
Al amanecer del primer día después del ataque, vieron al primer tiburón. Tan solo unos pocos tiburones tigre rodearon a los náufragos, quienes se congregaron en grupos para nadar unidos, confiando que eso los alejaría.
Más tarde, el número de escualos ascendía a cientos. Los marineros, cada vez que un tiburón comenzaba a nadar en círculos a su alrededor, un acto casi ritual previo al ataque, comenzaban a patalear y a gritar, esperando asustarlos. A veces funcionaba, otras no, y al tercer día la situación se hizo más complicada.
Además de aumentar el número de tiburones tigre, algunos náufragos comenzaron a tomar agua salada. Esta ingestión produjo alucinaciones vívidas, que provocó que decenas de marineros se alejaran de los grupos, ahogándose y siendo devorados por los tiburones.
A las once de la mañana el cuarto día, un joven piloto, el Teniente Wilbur Gwinn, al mando de un bombardero PV-1 Ventura, descubrió a los náufragos accidentalmente en un patrullaje de rutina. Finalmente, reportó el incidente a su base en Peleiu.
El peor ataque de tiburón de la historia
La base envió un hidroavión PBY al mando del Teniente Adrian Marks, con el fin de investigar la situación, quien en pleno vuelo solicitó al destructor USS Doyle que acudiera al lugar. El capitán acudió al llamado sin esperar autorización debido al desespero en la voz del teniente, y es que Marks se encontró con una escena dantesca: náufragos por todos lados siendo atacados por un tiburón o varios, siendo devorados a cada minuto.
La tripulación del avión empezó a arrojar botes salvavidas, pertrechos y alimentos. Ante esta situación, desobedeciendo órdenes sobre no amerizar, el teniendo descendió en las aguas y comenzó a rescatar a las personas que estaban más separadas del grupo, los cuales tenían más posibilidades de ser atacados. En ese momento se percató que era la tripulación del USS Indianápolis y pidió asistencia inmediata, a lo cual respondió el USS Doyle, diciendo que ya estaba en ruta.
Al caer la noche, Marks seguía rescatando náufragos. Una vez llena la capacidad del avión, empezó a atar a los mismos a las alas del aeroplano con cordel de paracaídas, mientras seguían esperando el rescate. Se consiguió salvar a 56 hombres durante esa jornada. En plena oscuridad, llegó el USS Doyle, quien detuvo sus máquinas para no herir a los náufragos que podían encontrarse en la zona y empezó a transportar a los hombres que Mark tenía en su avión hacia el destructor.
Atentando contra su propia seguridad, el capitán del USS Doyle mandó a encender los faros para que los náufragos se guiaran hacia el barco a su vez que intentaba ubicar al resto de navíos que acudieron al rescate. Al día siguiente durante la mañana, finalizó el rescate.
Alrededor de 900 hombres cayeron al agua, tan solo 316 fueron rescatados. El 3 de agosto de 1945 quedaría registrado como el peor ataque de tiburón de la historia, cuyas víctimas fueron los tripulantes del USS Indianápolis.
