Doctores de una unidad de cuidados intensivos en Canada se toparon con un caso muy particular, cuando desconectaron del soporte de vida a cuatro pacientes, uno de ellos mostró actividad cerebral, para ser mas precisos ondas delta (de las que tenemos cuando dormimos) 10 minutos después de que los doctores verificaran su muerte.
Este fue un fenómeno completamente diferente a la “ola de muerte” observado en ratas luego de ser decapitadas.
“En un paciente, las ráfagas de una sola onda delta persistieron después del cese del ritmo cardíaco y de la presión arterial. Hubo una diferencia significativa en la amplitud del EEG entre el período de 30 minutos antes y el período de 5 minutos después del cese de la presión arterial para el grupo”, explican los investigadores.
En ausencia de cualquier explicación biológica de cómo la actividad cerebral continuo varios minutos después de que el corazón dejo de latir, los investigadores dijeron que la exploración podría ser el resultado de algún tipo de error en el momento de la grabación. Pero no saben explicar qué podría ser ese error, ya que el equipo médico no muestra signos de mal funcionamiento, lo que significa que la fuente de la anomalía no puede ser confirmada biológica o de otra manera.
Esta es la imagen de los 4 pacientes y su actividad cerebral.
La actividad cerebral en amarillo es lo que debemos ver y como puedes darte cuenta, esta actividad desapareció luego de que el corazón dejó de latir en tres de los cuatro pacientes, esta actividad se desvaneció antes de que el corazón dejara de latir (hasta 10 minutos antes de la muerte clínica, en el caso del paciente # 2).
Pero por alguna razón, el paciente # 4 muestro ráfagas de onda delta durante 10 minutos y 38 segundos después de que su corazón se había detenido.
Si todo esto te resulta extraño, bienvenido al increíble nicho de la necroneurosciencia, donde nadie realmente sabe lo que realmente está pasando. Pero lo que sí sabemos es que cosas muy extrañas pueden suceder en el momento de la muerte – y después – con un par de estudios del 2016 que encontraron que más de 1.000 genes aún funcionan varios días después de la muerte en cadáveres humanos.
Lo más importante de estudios como estos no es que entendamos más sobre la experiencia post-muerte, porque las observaciones no son concluyentes y sin explicación biológica. Pero lo que sí muestran es que tenemos tanto que averiguar cuándo se trata el proceso de la muerte.
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