Un día nublado de 1885, John Babbacombe Lee, fue llevado hasta el patíbulo de la prisión Exeter, del condado de Devon, Inglaterra, para ser ejecutado en la horca. Sin embargo, un extraño acontecimiento sucedió, y estuvo sin resolverse durante casi 150 años.
Cuando el verdugo, James Berry, tiró de la palanca, la trampilla donde debía caer el sentenciado, no se abrió. Inspeccionaron el mecanismo y confirmaron que estaba perfecto. En el segundo intento, volvió a fallar. Preocupados, hasta el alcalde inspeccionó la plataforma, la abrieron ligeramente para que cediera más fácil y, en el tercer intento, tampoco se accionó.
Así, nacería la historia del hombre que burló a la muerte no una, ni dos, sino tres veces. Una leyenda que sigue generado intrigas ¿Qué sucedió realmente?
John Babbacombe Lee acusado de asesinato

John Babbacombe Lee, nació el 15 de noviembre de 1864, en Abbotskerswell, un pueblo de Devon. Su familia era pobre, sin educación, pero Lee tenía sueños de grandeza. Se unió a las Royal Navy, pero estuvo un año de baja por una lesión grave en una pierna.
En ese tiempo, consiguió un trabajo como doméstico, pero pronto se vería envuelto en un robo y fue sentenciado a dos años de trabajos forzados. En 1884, finalmente se estableció como sirviente personal de Emma Keyse, una viuda adinerada en la zona de Babbacombe Bay. Rápidamente, desarrolló una buena relación con su patrona y se convirtió en un empleado de confianza.
Pero la tragedia llegaría a la tranquila ciudad el 15 de noviembre de ese mismo año. Emma Keyse fue encontrada muerta, con la garganta cortada con un cuchillo de cocina. Tenía tres heridas más en la cabeza y el asesino había intentado de quemar el cuerpo en un intento fallido de ocultar el crimen.
El único miembro masculino que vivía en la casa era Lee, así que se convirtió en el principal sospechoso. Se encontró el cuchillo con sangre a un lado de su cama, y su brazo tenía arañazos. Lee declaró que se lastimó al romper una ventaba para llegar a la habitación de su jefa, cuando vio que se incendiaba, pero nadie le creyó.
Tampoco hubo testigos, Lee no tenía motivos para asesinarla y, para colmo, ningún prueba era contundente. Sin embargo, fue acusado de asesinato y llevado a juicio.
Burlando a la muerte

Durante el litigio de John Babbacombe Lee, la defensa estuvo en manos de un abogado local, Reginald Gwynne Templer. Sin embargo, dos días antes del juicio, alegó problemas de salud y le adjudicó el caso a su hermano, Charles, un abogado incompetente, con un historial de fracasos.
Como era de esperarse, perdió el juicio a pesar de alegar inocencia. Rápidamente, fue sentenciado a la horca.
Pero el destino tenía algo preparado para John Babbacombe Lee. A pesar de que se hizo todo lo posible para que el mecanismo del patíbulo funcionara, nada sirvió. De alguna manera, ese hombre burló la muerte en tres ocasiones.
Finalmente, el ministro del interior, Sir William Harcourt, detuvo la ejecución y meses más tarde, su sentencia fue sustituida por la cadena perpetua.
Pero ¿Qué fue lo que falló? En principio, se pensó que el agua de lluvia provocó los fallos, pero un examen detallado reveló que las tablas estaban secas. Todo el procedimiento se hizo de manera rutinaria y con cuidado, por lo que no había forma de que fallara.
Esto provocó que los rumores se esparcieran. Algunos, inclusos, aludieron a una intervención divina. Si John Babbacombe Lee era inocente, el mismo Dios se encargó de librarlo de la muerte.
Obviamente, los escépticos y mentes más lógicas no se quedaron con esa explicación, y explicaron que había componentes importantes de la plataforma que necesitaban mantenimiento. Estos pudieron atascarse y no abrirse bajo el peso del prisionero. Así, la suerte y el fallo humano, salvaron la vida del hombre, tres veces.
Aun así, hay interrogantes sin resolver: La plataforma fue examinada en dos ocasiones ¿Por qué no se resolvieron los problemas? Los expertos no podían explicar esto, y la investigación se cerró como una falla mecánica. Era la única explicación lógica.
Un extraño desenlace

Tuvieron que pasar 50 años, con la ciencia forense más avanzada, para que el caso se resolviera. Esto reveló un giro de acontecimientos, propio de una novela de Agatha Christie.
Resulta que el asesino de Emma Keyse fue el primer abogado de Lee, Reginald Gwynne Templer. Este sujeto había tenido una fuerte discusión con la mujer; todo parecía indicar que Reginald mantenía una relación con una de las empleadas de Keyse, Elizabeth Harris, sin embargo, la dueña era una mujer sumamente religiosa y no permitía este tipo de relaciones. Finalmente, fue Templer quien la mató en un ataque de ira y luego incriminó a Lee.
Veintidós años más tarde, Lee fue liberado, en 1907. Durante ese tiempo, siempre se declaró inocente y, ahora, se sabe que tenía razón. Una conclusión extraña, para un caso aún más extraño de un hombre que burló a la muerte tres veces.