En un sorprendente descubrimiento realizado en 2019, investigadores de la costa suroeste de Portugal hallaron cientos de abejas bien conservadas y momificadas dentro de sus capullos durante casi 3 000 años.

Este inusual hallazgo, abre nuevos caminos al preservar insectos antiguos dentro de sus nidos. A diferencia de los típicos patrones de descomposición tras la muerte, estas abejas se conservaron de forma excepcional debido a unas condiciones específicas.
Andrea Baucon, coautor del estudio y paleontólogo de la Universidad de Siena (Italia), destaca la rareza de preservar al usuario de nidos y colmenas durante un periodo de tiempo tan extenso.
Mientras investigaba la evolución del ecosistema costero atlántico de Portugal, el equipo de investigación tropezó con un antiguo nido cerca de Odemira. Durante su exploración costera, encontraron capullos fosilizados con forma de bulbo incrustados en las rocas.
Al principio no estaban seguros de cuáles eran los insectos responsables de estos capullos, pero los científicos emplearon la tomografía microcomputarizada de rayos X -una tomografía computarizada especializada- para visualizar los fósiles de forma no invasiva.
Esta técnica de imagen reveló imágenes tridimensionales detalladas que mostraban abejas adultas jóvenes del género Eucera, conocidas como abejas de cuernos largos, bien conservadas.

Bryan Danforth, entomólogo de la Universidad de Cornell, elogió el valor del estudio, señalando que las imágenes de TC revelaban incluso rasgos distintivos, como las largas antenas de la abeja, que la identificaban como macho.
Las hembras de las abejas Eucera construyen nidos subterráneos en los que ponen huevos y almacenan polen para alimentar a sus crías. Envueltas en capullos protectores impermeables formados por hilos similares a la seda, las abejas jóvenes se desarrollan antes de emerger para iniciar su ciclo vital en la superficie.
Según Carlos Neto de Carvalho, paleontólogo del Geoparque Mundial de la UNESCO Naturtejo (Portugal) y coautor del estudio, las abejas que se encontraban dentro de sus capullos protectores sufrieron un acontecimiento imprevisto y “catastrófico”.
Aunque la naturaleza exacta de este suceso sigue sin estar clara, los investigadores sospechan que pudo ser un cambio repentino en el clima, como una helada inesperada o una inundación rápida, que mató simultáneamente a los insectos.

Los capullos, compuestos de un polímero orgánico, sellaron eficazmente los delicados cuerpos de las abejas en su interior, impidiendo la entrada de oxígeno y bacterias. Esta conservación permitió que estas criaturas permanecieran intactas durante los últimos tres milenios.
El análisis de los fósiles también reveló que las abejas habían estado consumiendo polen de una planta con flores de la familia Brassicaceae, que incluye la col y la mostaza, justo antes de su prematura desaparición. Esto refuerza la teoría de que fue un fenómeno meteorológico, y no una hambruna masiva debida a una sequía prolongada, lo que provocó su muerte.
Con más de 25 especies de abejas Eucera y sus parientes aún habitando Portugal, los investigadores prevén que este nido fosilizado proporcionará valiosos datos sobre la evolución de estos insectos a lo largo del tiempo. Carlos Neto de Carvalho destaca la oportunidad de obtener un conocimiento más profundo observando de cerca a los “usuarios de los nidos”.