El declive de las luciérnagas avanza en silencio, amenazadas por la contaminación lumínica, la pérdida de hábitat y el cambio climático. Científicos del Grupo Especialista en Luciérnagas de la UICN advierten que podríamos ser los últimos en verlas iluminando la noche.

Un brillo en retroceso
En una noche de verano, ver a las luciérnagas iluminar el aire suele parecer un espectáculo eterno. Sin embargo, advierten que podría no serlo. Con más de 2,600 especies conocidas en todo el mundo —salvo en la Antártida—, estos insectos bioluminiscentes enfrentan amenazas crecientes que podrían llevar a su desaparición en muchas regiones.
Lo más preocupante es lo poco que sabemos sobre ellas. Menos del 7 % de las especies ha sido evaluado en cuanto a su estado de conservación, y una de cada cinco de ese grupo ya está en peligro de extinción, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
“En muchos casos, apenas conocemos su nombre científico. No sabemos qué comen, dónde viven, ni si algunas ya han desaparecido sin que lo sepamos”, explica la científica Wan Faridah Akmal Jusoh, del Grupo Especialista en Luciérnagas de la UICN.
Luces, pesticidas y un mundo cambiante

El declive de las luciérnagas se debe a una combinación de factores que afectan tanto su entorno como su comportamiento:
- Contaminación lumínica: Las luces artificiales interfieren con su capacidad para comunicarse y aparearse.
- Pérdida de hábitat: El avance urbano y la destrucción de zonas húmedas han reducido sus espacios naturales.
- Pesticidas: Dañan tanto a adultos como a larvas y reducen sus fuentes de alimento.
- Cambio climático: Sequías, tormentas y el aumento del nivel del mar alteran los ecosistemas donde habitan.
“La mayoría de las luciérnagas necesita noches oscuras para sus rituales de apareamiento, pero nuestros cielos se iluminan más cada año”, alerta Candace Fallon, de la Xerces Society, una organización dedicada a la conservación de invertebrados.
Entre la desaparición y la esperanza

Aunque el panorama es preocupante, el destino de las luciérnagas aún no está sellado. Desde 2018, equipos internacionales de científicos trabajan en la elaboración de un catálogo global de especies y en la evaluación de su estado de conservación.
Iniciativas como el Firefly Atlas, lanzado en 2022, recopilan información en Estados Unidos y Canadá, mientras la UICN extiende sus estudios a Europa y el sudeste asiático.
Y aunque el monitoreo científico es clave, la participación ciudadana también juega un papel importante. Pequeñas acciones pueden marcar la diferencia:
- Apagar luces exteriores innecesarias.
- Evitar el uso de pesticidas en jardines.
- Conservar zonas húmedas y dejar madera o vegetación natural en patios o parques.
“En comparación con hace 30 años, hemos avanzado. Ahora sabemos por qué desaparecen y qué podemos hacer. Tengo esperanza”, concluye Jusoh.
Verlas este verano… ¿por última vez?
En Norteamérica, la temporada de luciérnagas va de finales de primavera a comienzos del verano. En Europa, suelen aparecer entre junio y julio. Aún es posible verlas, incluso en jardines urbanos, si las condiciones son favorables.
Pero si queremos seguir viendo sus destellos, el momento de actuar es ahora. No solo por su belleza, sino porque su luz nos recuerda todo lo que está en juego: un mundo natural que se apaga poco a poco, mientras decidimos si mirar hacia otro lado o encender una oportunidad de conservación.
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